Voy a pensar que podemos o si no me vuelvo loca. Voy a pensar
como lo hizo el otro día Dani Navarrete, punki de los ochenta, uno de los
primeros Oi! Oi! barcelonés de botas de punta de acero, hoy todo un señor, que
ante la manifestación fascista del otro día (siempre es el otro día en el
fascismo, siempre es actualidad) levantó el puño y se montó un cabreo masivo. El
puño llevaba el tirón en el músculo de muchos puñetazos dados y recibidos
cuando era joven, que con los de su peña, repartía y recibía de los neo nazis. Era en la época
en que mataron a Sonia la transexual, que hoy tiene un lugar para el lamento, la expiación, la memoria y
la vergüenza en el Parc de la Ciutadella. Barcelona estaba entonces muy
crispada. La Barcelona canalla estaba expirando y venía el orden impuesto por la
transición. Y ahí nacieron los punkies. Eran pocos y siempre estaban en los
mismos bares. Oye, pon la Polla Records. Y al final pinchabas la Polla, pero seguías
prefiriendo a Jimi Hendrix. También era cuando te ibas a dormir con el corazón
en un puño porque un negro había matado al colega del Bar del Pi. Un negro. Un muerto. Negros que matan y negros que mueren. No
éramos racistas, pero los neo nazis sí. Y entonces solo veían negros. Y los
punkis iban de negro. Hay un momento en que tienes que levantar el puño o te tragas
la mierda y se te hace rueda de molino el estómago y la empiezas a repartir al
modo cobarde ventilador. Vi la foto de Dani, puño en alto, ante la multitud de
la España unida contra todos y me dio un escalofrío. Yo también estaba ahí, de algún modo.
Una motita. La foto siguiente era el abrazo de un manifestante con un policía
ante la puerta de la comisaría de Vía Layetana y tuve otro escalofrío. Era un
abrazo fraterno. Fue un escalofrío interno. Mientras escribo tengo un rún rún interior que me dice, Bonet,
no deberías estar dándole tanta importancia a todo esto. No es tiempo de
dividir más, pero lo políticamente correcto es el adocenamiento y las cosas
vienen cuando vienen. Dani levantó el puño. Una vez le sorprendí en el baño de
un bar. Abre, chaval. Estaba en pie con una chica. Dani levantándose. Tantos
Danis, tantas cabezas. Vamos a pensar que podemos o nos volvemos tarumbas. La
ética adocenada al servicio de la política. Matar al contrario no es vencer
pero ellos han estudiado el marketing de Satanás. Podremos convertir (y no
hablo en términos de resultados electorales, si no del día a día, cotidianeidad
en pie) esta inmundicia en oasis donde petarnos de risa. Debemos poder bañarnos
en ríos de vino y cocinar cosas ricas. Tener un lugar donde maquearnos para
salir hechas unas damas, hechos unos señores, y levantar el puño si es preciso.
Pensar llevados por impulso porque al impulso ya lo mueve mucho tiempo de reflexión y de
vivencias. Pensar como hizo Dani el otro día ante una marabunta de fachas. Sentir
como en los baños. Y pasear como de niños, parándonos para dar de comer a las palomas.
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