Antes de entrar a todo gas en el Butano Popular y seguir en los
demás gases que habito para volver a sentarme en la ladera de un
Setiembre casi culminado pero no para mí, asumo, con el mal rollo
debido, que este año no ha de haber el olor embriagante de unos
lápices de colores para casi nadie, pero me aferro con fuste y
delirio al cilindro qué, en mi caso, todo lo acaba por saber.
Terriblemente anclada en mis maneras, sé que si no contextualizo
no entiendo y si no entiendo no escribo y si escribo sin entender
puedo, pero no llega a escrito lo que hago si no le pongo el corazón,
ya sea el del desaire, ya sea el del sonrojo. Imposible, entonces,
para colmar lo de afuera que se cuela, dejar de citar sin
traicionarme al bueno de Tagore, que fue el poeta casadelapradera de
los chicos del primer COU de la imposible trans-posición o pasa el
puente rápido que esto es jauja, con aquella frase que decía que si
lloras por no ver la bandera no sabrás nunca que es una estrella y
hasta es posible que algún dobladillo ondeante se te meta en el ojo
del sufrir.
Mientras el mundo avanza o se espachurra o hace las dos cosas y
tantas veces me bloquea el devenir alocado de las cosas, me voy
“amarciando”, pero siempre encuentro algo que me da la réplica
al guión, algo lo que me asienta, me recoloca y me quita importancia
dándome algodón.
Hablo desde mi experiencia reciente porque no tengo nada más a
mano y en un giro de bicicleta sin frenos me voy hacia atrás, cuando
era una niña alocada sobre dos ruedas, de lengua larga e impulsos
muchas veces incontrolados y me congratulo de haber hallado, este
verano, al jinete que me lo ponía todo perdido y a otros amigos de
una infancia patria para qué quiero más, con los qué, sin tener
que ir a justificar tantos años de distancia me he reencontrado. Los
muy cantamañanas, a los que les conocí el peroné al fresco después
de algún accidente y de los que podría dibujar el cerco que se les
hacía a cada uno tras una picada de abeja, me han recibido con
recetas de cocina día tras día, con vinos y con risas, con
desfachatez y con gasa, como si del ayer al hoy sólo hubiera volado
una golondrina o dos, dándolo todo por entendido, quizás porque ya
lo entendimos todo entonces, cuando entendimos que no entendíamos
nada demasiado pero que ganas le seguimos poniendo.
Crecimos con la Nocilla y a la Nocilla volvemos cambiándola por
Nutel-la, que es una crema de cacao con más avellanas, pero una
crema al fin y al cabo, que si comes con ansia te deja la barriga por
resolver y nos salen las arrugas de aquella golosa manera. Genial mi
primo, el Pep, mi doble masculino, complejo como él mismo y simple
como un único, imperativo silbido a modo de aviso, cuando dijo,
partiéndose el pecho, que él pasó de verde a podrido y que madurar
para qué.
Todo lo seguimos exagerando, como entonces . Nos gustaba
escandalizar tanto como hoy nos gusta pasar desapercibidos. Atila
caminando de puntillas, he aquí la cuadratura del círculo de tantas
vidas que adquieren sentido y se obsequian con derroches de calor
cuando se encuentran entorno de unas mesas que nunca se acaban,
concretando toda su fuerza en la mandíbula, en el acto de comer, que
es el preámbulo de la mordida y el del beso. Siempre a punto de
empezar alguna cosa, pero siempre dispuestos a hacer ver que no ha
pasado nada si no conseguiste cosechar porque te conozco la semilla.
Mañana comeremos faisán, como los reyes ¿Qué coño como los
reyes? Como las aguilas. No será por pájaros.
.
3 comentarios:
Bonet, Guapa, Rockera Magda, mi Magdalena de Proust, te tengo despistada porque cambié de ciudad, teléfono, perdí móviles etc. También cambié de emails. Dime algo, que te echo de menos
Magda: te he citado en la entrada de Cohen. Y te he respondido. Además del tf, déjame tu e.mail. Besos.
Magda querida: no abandones el blog, por favor. El Butano no tiene ilustraciones ni comentarios. Es un rollo: no tiene "estampas". Todo letra.
Demasiado austero
para el bloguero.
Ah, y dime algo, so bandida.
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